Una vez más empiezo un nuevo año con un libro de Ferran Valera. El año pasado fue "La danza del gohut", un libro muy estimable que estaba lleno de virtudes como su precioso mensaje pero con una historia y un desarrollo predecible. Lo que no se me olvidó es que Ferran Valera tiene una fuerza narrativa inmensa.
El Arcano y el Jilguero es su segundo libro y en él encontramos una roadmovie. El protagonista y narrador de la función es Mezen el Ariete, un Arcano del tormento, un tipo que se encarga de romper asedios al servicio del Sacro imperio Leenero. El método que utiliza es provocar la paranoia y el terror fundamentado en la tortura y en hacerse pasar por un ser sobrenatural. Él se considera un buen tipo que comete atrocidades en base al mal menor, ya que sus actos evitan que las ciudades sean arrasadas y aniquiladas. Despues de uno de sus servicios se cruzará con Nara, un niña huérfana que trastocara su vida y le devolverá su añorada humanidad. El relato está escrito en primera persona por Mezen, que enseguida nos queda claro que es algo más que el demonio que representa ante el vulgo.
Ferran Valera crea el mundo de Hann con sus reinos y su imperio invasor. Un mundo de carácter medieval que se desarrolla con los patrones básicos de la fantasía, matizado con un pátina grim dark. Un mundo que visto el desarrollo del relato podría tener un largo recorrido (de hecho ya tenemos un nuevo libro de relatos Historias de Hann basado en él).
La trama nuevamente (al igual que en "La danza del Gohut") no es lo más original del mundo y el protagonista tampoco resulta el nova más (tipo asesino que procura el bien mayor, a cambio del mal menor y un código moral con cierta justicia poética, y que será redimido por la amistad con una niña), pero los dilemas morales y filosóficos que plantea si que lo son. Una lectura de carácter folletinesco donde la trama tiene más enjundia de lo que se podría suponer a priori (si no se viene estudiado de casa). Este libro me coje hace 20 años y aún lo estaria flipando, pero unos cuantas lecturas después, solo me ha resultado un relato encomiable y muy recomendable para postadolescentes; un relato doctrinal que encantará a los que no estén familiarizados con este tipo de historias.
La gran virtud de Ferran Valera es que una vez se despojan sus obras de la trama les queda una pátina humanista increïble, lo que las convierte en algo más allà del género a las que se circunscribe. El género fantástico es lo que la opera a las artes escénicas, es decir, el espectáculo total. Sus obras dan para reflexionar y pensar, los mundos que crea tienen un trasfondo que vale la pena conocer y esperemos que tengamos continuación. La historia queda bastante cerrada y podría acabar aquí pero sería una lástima.
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