No leía nada de espías desde Ken Follet, pero las espectaculares críticas que tenía esta novela me han hecho volver al género. Solo decir que todas las críticas leídas, siempre de gente de confianza, tenían razón. En Caballos Lentos encontramos humor y sarcasmo a raudales, pero no por ello desmerece la aventura y la investigación, así como personajes que en un principio resultan marginales y algo antipáticos pero que se van labrando un carisma insuperable hasta pillarles cariño y ganas de seguir sus aventuras. La historia en sí es entretenida de leer, contiene toques de folletín y algún cliffanger de los que a mí me aburren por obvios, aunque ese solo sería un pequeño defecto que todo bestseller tiene. Pero por encima de la media está la caracterización de los personajes y lo verosímiles que resultan. Lo que resulta apasionante es su temática, ya que en esta novela se trata el mundo de la extrema derecha británica y algunas conductas que llevarían a la Gran Bretaña al Brexit. El retrato que hace de los fascistas paletos y de los que realmente los dirigen es esclarecedor.
Caballos lentos escrita en 2010 es heredera de los atentados de Londres de 2005, pues en ella se narra el nuevo papel de las agencias de espionaje tras el fin de la guerra fría. Como buena narración británica, su sentido del humor no entorpece la historia sino que la matiza y le da humanidad. Esta novela por sí misma resulta una resurrección del genero de espías, algo tocado desde el fin de la guerra fría. Las aventuras de la casa de la ciénaga la configuran ocho libros, aunque en español solo se han publicado dos más: Leones muertos y Tigres de verdad.
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