Jordi Ojeda es ingeniero industrial y profesor en la UB, donde dirige un proyecto de divulgación científica y tecnológica utilizando como instrumento pedagógico los cómics, la literatura de ciencia ficción y el cine fantástico. Además es todo un Pope en el mundillo friki de Barcelona, siendo una de las caras más conocidas y apreciadas en la presentación de eventos relacionados con comics, literatura y otros elementos del género Forma parte del Festival de Sitges y ha sido comisario en múltiples exposiciones como:Robots en su tinta (blog homónimo aquí)
Robots de Cine de María a Alita, es una obra definida por la vocación divulgadora de su autor, que a través del genero fantástico nos presenta el futuro que nos espera. Esta obra de una forma amena y tremendamente adictiva nos presenta todos los futuros usos de la robótica y muchos de sus usos actuales. El libro se podría llamar Todo lo que quiso saber sobre robótica y no se atrevió a preguntar (o ni tan siquiera se le había ocurrido). Este nos presenta en sus 300 páginas un exhaustivo repaso por todos los términos y conceptos de la robótica: androides, ginoides, geminoides, cyborgs o drones. Así mismo hace un repaso histórico por el origen de los robots, empezando por el siglo XVIII con los autómatas (que tanta importancia tienen en la literatura de Carlos Ruiz Zafón) hasta el origen de la misma palabra Robot. En el idioma checo de origen vendría a significar siervo o esclavo (para más información consulten el libro) y la usó por primera vez uno de los pioneros del género, Karol Kapec, en su obra R.U.R. (Rossum´s Universal Robots). Otra obra reverenciada de el autor checo es La guerra de las salamandras, recientemente reivindicada y publicada por las editoriales Gigamesh en castellano y Males herbes en catalán.
El libro hace un repaso sobre el cine de robots desde la ginoide María, que aparece en Metropolis de Fritz Lang, hasta la última adaptación del manga Alita por parte de Robert Rodríguez. Lo que sería desde el comienzo del género y sus primeros pasos hasta el advenimiento total de la robótica en el posthumanismo del Angel de Combate. El libro va marcando una serie de checkpoints que supondrían avances en el género y en las ideas: Frankenstein, Ultimatum a la tierra, 2001, La guerra de las galaxias, Alien, Terminator, El hombre Bicentenario Matrix o Her. Pero como no solo de cine vive el friki (o de la divulgación científica), por las páginas de este libro pasan obras de teatro y escritores míticos como Isaac Asimov con sus ya canónicas leyes de la robótica, el legendario Ray Bradbury o, el más vigente de todos, Philip K. Dick. La pequeña pantalla también tiene una gran presencia con su ristra de series: las pioneras The twilight zone o Outer Limits; las centradas en viajes espaciales como Star Trek, especialmente La nueva generación y su inolvidable androide Data, o Battlestar Galactica con sus temibles Cylon; o la última gran serie sobre los estragos de la tecnología en la sociedad presente y futura (hablamos, claro está, de Black Mirror).
En total Jordi Ojeda cita casi quinientas obras de ficción interdisciplinar para difundir todo el conocimiento posible sobre los elementos robóticos. Hay que decir que es imposible abarcar en un solo libro todo lo referido a los robots en la ficción, pero en Robots de cine sí que puede decirse que se citan todos las obras que deben estar con gran profusión de fotos, a todo color, y papel satinado. Esta obra puede servir para concienciar nuestras mentes sobre la próxima revolución y prepararnos para sus peligros, y no abandonarnos en ese tenebroso valle desconocido (concepto muy interesante explicado en este libro. Y así ya no solo advertirnos de la próxima guerra contra las máquinas, sino también de los retos que nos supondrá la tecnología con la deshumanización y la alienación que ella podría comportar. El libro es una toma de conciencia sobre sus ventajas y sus virtudes si caen en buenas manos (un gran poder conlleva una gran responsabilidad). Pero sobre todo es un elogio a la ciencia ficción y como ella ha contribuido al avance de la humanidad, porque primero alguien imaginó un elemento imposible al servicio de una ficción que luego algún, dígale ingeniero llámele Bad doctor, hizo real.
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