martes, 4 de febrero de 2014

El tango de la guardia vieja de Arturo Pérez Reverte

Esto es una historia de amor en tres actos: Buenos Aires 1928, Niza 1937, Sorrento años 60. 

 Mecha Izuntza es una niña bien casada con un celebre compositor, Armando de Troeye juntos acuden a Buenos Aires para componer un Tango, a merced de una apuesta con Ravel -Uno hará un bolero, el otro un tango-. Y por en medio conocerán a Max  un buscavidas nacido en un arrabal de Buenos Aires que lleva gran parte su vida infiltrándose en la gente bien. Max Costa es un truhán, un estafador, un ladrón y también un excelente bailarín de tangos y otros bailes de la época.

La segunda parte de la historia sucede en Niza y alberga el reencuentro, entre Max y Mecha, más un asunto de espionaje que afecta a la guerra civil española y sus diferentes intereses. 

La tercera parte y la que sirve de nexo e hilo conductor entre las otras dos, sucede en Sorrento-el golfo de Napoles- y trata sobre una partida de ajedrez, que enfrenta al bloque comunista, con un joven chileno que representa todos los males del capitalismo. Y es el tercer y definitivo acto de amor entre los dos protagonistas.

La novela es puro ambiente, luces, vestuario y decorados de una realidad y naturalidad pasmosa, que hace que otros best sellers al uso se les note el cartón piedra a la legua -vease Napoleón vs Wellinton-. Y es que Don Arturo siempre ha sido un maestro en ello, se documenta de una forma magistral y luego ese trabajo se ve perfectamente reflejado en sus novelas. Y eso es algo que nunca nadie le podrá reprochar. La estructura que consiste en narrar desde Sorrento para recordar primero, Argentina y luego Niza, funciona como un mecanismo bien engrasado.  

Ahora bien, El tango de la guardia vieja huele a manido, a ya leído personajes y puntos de vista ya vistos,  historias y  metaforas ya utilizadas -waterloo, infantería, que viejo estoy para esta mierda-.  En su entramado encontramos microhistorias ya utilizadas por Pérez Reverte -Marruecos, el amigo muerto en la guerra,  la estafa del bisón,  etc...-. Lo siento pero este tango suena a repetido y autoplagio.

Por lo demás una historia muy Revertiana, yo que fuí un incondicional suyo hace 15 años la hubiera disfrutado entonces, pero el bagaje que me da ser un lector constante de su obra, solo hace que con cada novela suya, sufra una pequeña desilusión.  La verdad que la cosa empieza fatal, Max al principio da mucho asquito, es pedante y engreído pero a medida que pasan las páginas le coges cariño y se le llega a querer, trasluce más allá de la primera cara mostrada. Y cuando le vas pillando el punto a la novela, se acaba Buenos aires. Y los dos últimos actos son de un esquemático a nivel de historia que tira pa' tras. Y desluce toda esa primera mitad que sucede en a caballo entre el barco y la capital argentina con  su aroma tanguero. El cambio por el ajedrez es algo soporífero, no porque no me interese el ajedrez, amén de ya utilizado en La tabla de Flandes -repetición y autoplagio que decía antes-, sino porque todo se torna como decía esquemático y de resolución rápida, una mitad para el primer acto, la segunda mitad para dos, las piezas no encajan.  

Pd: Aun así y porque aunque el conjunto sea decepcionante, otorga algún gran momento de inspiración, por ello lo volveré a intentar con él.  

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